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sábado, 20 de octubre de 2012

San Carlo alle quatro fontane, en Roma

  
San Carlino - Roma - Foto web
SAN CARLO ALLE QUATTRO FONTANE o SAN CARLINO

La pequeña iglesia romana de San Carlo alle Quattre Fontane, también llamada San Carlino, fue construida entre 1634 y 1667 por Francesco Borromini, y continuada por su sobrino después de su muerte. El nombre de esta iglesia se debe al hecho de que en cada una de las cuatro esquinas que se forman en la intersección de la Via del Quirinale (que se conoce con el nombre de Via XX Settembre) con la Via Felice, hay cuatro fuentes con deidades paganas que representan los cuatro ríos, tres de ellas diseñadas por Domenico Fontana, y la restante es obra de Pietro da Cortona.
San Carlino tiene un aspecto exterior muy particular, ya que su fachada parece seguir un movimiento ondulatorio, marcado por la alternancia rítmica de formas que salen y retroceden, y que lo hacen semejante a un cuerpo plástico vibrante.
De Borromini, el aquitecto barroco encargado de su construcción, uno de los más famosos de Roma, se dice que fue el responsable de “eliminar las esquinas” de la arquitectura de la época. El espacio interior de la iglesia, fue proyectado en base a lo que era una obsesión en el siglo XVII: el uso de intrincados patrones geométricos y de ejercicios, hasta alcanzar esta unidad que puede ser articulada, pero no descompuesta en elementos independientes, y cuyo punto de partida fue el óvalo tradicional fusionado con la “cruz griega”, generando un cuerpo bi-axial que aparece “cosido” por las columnas dispuestas en continuidad ondulatoria. Verticalmente San Carlino presenta una consistencia más débil, pero no menos bella, que la horizontal, ya que Borromini mantuvo allí una organización tradicional, basada en formas de tambor sucesivas que conducen visualmente a la cúpula oval.




Borromini logró expresar en esta iglesia sus conceptos arquitectónicos bien contrapuestos a los del clasicismo de Bernini, el otro gran arquitecto y escultor de la época, su eterno rival, tanto en lo profesional como en lo personal, y cuyo vínculo merece un capítulo aparte.
La magia particular de esta iglesia consiste en que, a pesar de que uno reconoce estar ingresando a un ámbito de dimensiones reducidas, una vez en su interior, sobrecoge la magnificencia del espacio, y la amplitud lograda con el excelente uso de los elementos espaciales.




A través de una escala gráfica en metros, es posible estimar el tamaño de esta pequeña iglesia comparado con los monumentos elevados construidos en Roma, como S. Pedro:

Superposición de San Carlino sobre San Pietro
Foto web - Fuente:

Como en la mayoría de las iglesias italianas, a excepción, claro está, de los grandes monumentos tradicionales, sorprende la escasa presencia de turistas, y subyuga el silencio de lo que, en una primera instancia, iba a ser el mausoleo del propio Borromini y que, finalmente, quedó sólo un espacio vacío en el subsuelo, donde pareciera sobrevolar su atormentado espíritu.


Subsuelo de San Carlino - Roma

BERNINI  VS  BORROMINI
Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini vivieron en la mitad del siglo XVII, y dotaron a Roma de algunas de las obras más representativas del barroco italiano.

Bernini nació en Nápoles, pero pasó la mayor parte de su vida en Roma, fue un gran arquitecto y pintor, aunque es más conocido por su talento en la escultura. Según muchos historiadores, fue el verdadero fundador de la escultura barroca.

Borromini introdujo el lenguaje figurativo en el estilo barroco, su arte fue hecho de líneas sinuosas y contrastes. Era un hombre notoriamente difícil y de mal carácter. Se vestía con excentricidad, era hipocondriaco y melancólico y estaba poseído por unos celos irracionales hacia Bernini, por encima del resto de sus contemporáneos. Con veinte años llegó a Roma, donde comenzó a trabajar en las obras de la Basílica de San Pedro junto a su pariente lejano Carlo Maderno, uno de los grandes arquitectos de la época. A la muerte de éste, Borromini supuso ponerse al frente de las obras pero, sin embargo, es desplazado por Bernini, el joven y talentoso escultor que gozaba de los favores del nuevo papa Urbano VIII. Borromini se vió entonces obligado a trabajar en el equipo de Bernini, y a partir de aquí nace una rivalidad que duraría toda la vida de ambos.

   La preferencia del papado por la obra de Bernini fue, sin duda un factor determinante en el desarrollo de ambos artistas. El Vaticano veía en Barnini al hombre perfecto para ensalzar la imagen de la iglesia, y sólo durante el papado de Inocencio X (1644-1655) Borromini alcanzará el ansiado puesto de arquitecto principal de Roma. Pero su hegemonía sería breve, ya que con la llegada de Alejandro VII la estrella de Bernini resplandecerá con más fuerza que nunca. Los enfrentamientos entre ambos artistas fueron constantes.
   En 1644, Bernini sufre uno de los peores fracasos de su carrera con la caída del campanario que había diseñado para la fachada de la Basílica de San Pedro. Antes, incluso, de que saliera la primera grieta, Borromini había ya criticado su proyecto argumentando que la torre era demasiado pesada, y hasta llegó a acusarlo de “incompetencia técnica”. Unos años más tarde, Bernini se tomaría la revancha, al arrebatar a Borromini un proyecto que era prácticamente suyo. Se trataba del encargo de la construcción de la “Fontana dei Quattro Fiumi” de la Piazza Navona, para la que Borromini había sugerido el tema e, incluso, había desarrollado el sistema de canalización. Pese a todo, el papa escogió finalmente a Bernini. El grupo escultórico, que representa los cuatro grandes ríos conocidos de la época: el Nilo, el Ganges, el Danubio y el de la Plata, han sido objeto de una leyenda que ha llegado hasta nuestros días, según la cual una de las figuras masculinas que esculpió Bernini, parece proteger su rostro con la mano levantada, y se decía que era debido a que la iglesia de Sant ‘Agnese in Agone, construida por Borromini y situada justo en frente, podía derrumbarse en cualquier momento. Aunque este rumor es totalmente infundado, ya que Bernini construyó la fuente antes que Borromini la iglesia.
   Hastiado de una vida llena de decepciones y marcada por su eterno conflicto con Bernini, del que nunca salió victorioso, Borromini vivió sus últimos días inmerso en una profunda depresión. Mientras Bernini seguía recibiendo importantes encargos del papado, Borromini ya sólo remataba pequeñas obras para órdenes religiosas sin grandes recursos económicos.
   En julio de 1667 y tras enterarse de que se había encargado a su adversario la construcción de la tumba del papa Inocencio X, quemó todos sus escritos y diseños y se encerró en su casa, de la que no volvería a salir con vida. Borromini falleció en la noche del 3 de agosto a consecuencia de las heridas que se había producido el día anterior al arrojarse contra su propia espada.
   Pidió ser enterrado en una tumba sin nombre al lado del que había sido su maestro, Carlos Maderno en la Iglesia de San Giovanni dei Fiorentini.
   Quizá nunca llegó a sentirse digno de que la gente recordara su nombre.


Sant´Agnese in agone - Obra de Borromini - Piazza Navona - ROMA

Fontana dei Quattro Fiumi - Obra de Bernini
Piazza Navona - ROMA

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